Bette Davis, una de las figuras más emblemáticas de la Edad de Oro de Hollywood, nació como Ruth Elizabeth Davis el 5 de abril de 1908 en Lowell, Massachusetts, Estados Unidos. Creció en una familia de clase media, la mayor de dos hermanos. Su padre, Harlow Morrell Davis, era abogado de patentes, mientras que su madre, Ruth Augusta Davis, era fotógrafa de retratos. La dinámica familiar cambió drásticamente cuando Bette tenía siete años; sus padres se divorciaron y su madre se mudó con Bette y su hermana menor, Barbara, a la ciudad de Nueva York. Este cambio marcó el comienzo de un capítulo desafiante pero transformador en la vida de Bette.
Los primeros años de Bette estuvieron influenciados por el amor de su madre por las artes. Ruth Davis apoyó los intereses de sus hijas, alentándolas a explorar salidas creativas. Bette inicialmente consideró convertirse en bailarina, pero su interés pronto se desplazó hacia la actuación. Asistió a la Cushing Academy, un internado privado en Ashburnham, Massachusetts, donde se interesó por primera vez en la actuación y también conoció a su futuro esposo.
La carrera de Bette comenzó en el teatro, con su debut en 1929 en la obra de Broadway Broken Dishes. Más tarde apareció en Solid South, llamando la atención de los cazatalentos de Hollywood. En 1930, se mudó a Hollywood para seguir su carrera cinematográfica, firmando un contrato con Universal Studios. Sin embargo, sus primeros años en Hollywood no fueron fáciles. Su primera prueba de pantalla no impresionó y fue rechazada para varios papeles, incluso siendo etiquetada como no lo suficientemente fotogénica para la pantalla grande. Fue su determinación, más que su apariencia, lo que finalmente la convertiría en una estrella, aunque también comentó una vez que le dio crédito al actor George Arliss por su avance en la industria cinematográfica después de que la eligiera como la protagonista femenina en The Man Who Played God de 1932.
Ese mismo año, Bette firmó con Warner Brothers Studios, donde encontró las oportunidades creativas que darían forma a su carrera. Su verdadero papel decisivo llegó en 1934 con Of Human Bondage, donde interpretó a Mildred, una camarera cruel y manipuladora. Su actuación recibió elogios de la crítica y, aunque no fue nominada oficialmente a un premio de la Academia, se dice que se llevó a cabo una campaña de nominación por escrito para ella, lo que refleja el reconocimiento del público a su talento.
Bette Davis ganó dos premios de la Academia durante su carrera. El primero fue por su papel de actriz problemática en Dangerous de 1935, y el segundo por su interpretación de la bella sureña moralmente dudosa en Jezebel de 1938. Estos papeles consolidaron su estatus como una de las actrices más atractivas de Hollywood, conocida por interpretar personajes complejos y a menudo antipáticos. Las actuaciones de Bette se caracterizaron por su feroz intensidad, y rápidamente se ganó la reputación de perfeccionista que exigía lo mejor de sí misma y de sus colegas.
A lo largo de la década de 1940, Bette Davis siguió cautivando al público con papeles destacados en películas como The Letter (1940), Now, Voyager (1942) y Mr. Skeffington (1944), todas las cuales le valieron nominaciones al Oscar. Sin embargo, uno de sus papeles más emblemáticos llegó en 1950 cuando protagonizó a la ambiciosa y cínica actriz de teatro Margo Channing en All About Eve. La película fue un éxito comercial y de crítica y le valió a Bette otra nominación al Oscar. Su famosa frase, “Abróchense los cinturones, va a ser una noche movida”, se convirtió en una de las más memorables de la historia del cine.
La carrera de Bette no estuvo exenta de desafíos, y su vida personal a menudo fue tumultuosa. Se casó cuatro veces y cada matrimonio terminó en divorcio. Su primer matrimonio con el músico Harmon Nelson en 1932, y a quien había conocido en la Academia Cushing unos años antes, duró siete años. Su segundo matrimonio con el empresario Arthur Farnsworth se vio trágicamente truncado cuando él murió inesperadamente en 1943. En 1945, se casó con el artista William Grant Sherry, con quien tuvo su única hija, Barbara Davis Sherry, apodada B.D. Su matrimonio terminó en divorcio en 1950. Su último matrimonio, con el actor Gary Merrill en 1950, duró diez años, y la pareja adoptó dos niños antes de su eventual divorcio.
La relación de Bette con su hija, B.D., se fue tensando con el paso de los años, y culminó con la publicación por parte de B.D. de unas controvertidas memorias tituladas My Mother’s Keeper en 1985, que presentaban a Bette bajo una luz poco favorecedora. Esto provocó una ruptura entre madre e hija, que nunca se curó del todo. A pesar de la naturaleza pública de esta discordia familiar, Bette se mantuvo centrada en su carrera y continuó trabajando en cine y televisión hasta sus últimos años.
A medida que envejecía, la salud de Bette comenzó a deteriorarse. En 1983, le diagnosticaron cáncer de mama y se sometió a una mastectomía. Un año después, sufrió una serie de derrames cerebrales que la dejaron parcialmente paralizada, afectando su capacidad para hablar. A pesar de estos reveses, el espíritu indomable de Bette la impulsó a seguir trabajando. Apareció en varias películas de televisión e incluso escribió sus propias memorias, This ‘n That (1987), en las que habló con franqueza de sus problemas de salud y su vida personal.
Durante los American Cinema Awards de 1989, sufrió un colapso, lo que la llevó a descubrir que el cáncer había regresado. Posteriormente viajó a España, donde fue homenajeada en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, pero su salud se deterioró rápidamente durante el viaje, lo que provocó que no estuviera lo suficientemente bien como para viajar a casa. En cambio, viajó a Francia, donde, el 6 de octubre de 1989, en el Hospital Americano de Neuilly-sur-Seine, murió de cáncer de mama con metástasis. Tenía 81 años. El legado de Bette Davis es de extraordinario talento, resiliencia y una dedicación inquebrantable a su oficio. Desafió los estándares convencionales de belleza de Hollywood y forjó su propio camino como actriz conocida por interpretar a mujeres fuertes y complejas. A lo largo de su carrera de seis décadas, protagonizó más de 100 películas, obteniendo un récord de 10 nominaciones al Oscar a la Mejor Actriz. Su agudo ingenio, personalidad fogosa y búsqueda incansable de la excelencia continúan inspirando a generaciones de actores y cineastas. Hasta el día de hoy, Bette Davis sigue siendo un símbolo de fuerza e individualidad en Hollywood, una industria que a menudo exigía conformidad, pero nunca de ella.