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J. Robert Oppenheimer

Hay muchos ejemplos de personajes de la historia que son inmensamente famosos en su área de trabajo, pero que no son tan conocidos en otras. J. Robert Oppenheimer es uno de ellos. Si te interesa la física o la historia de la Segunda Guerra Mundial, entonces seguramente hayas escuchado hablar de él; de lo contrario, puede ser que  no te suene su nombre. Es verdad que la importancia de las contribuciones hechas durante la vida de una persona puede ir diluyéndose con el paso de los años y, a pesar de que su nombre no resuene tanto, J. Robert Oppenheimer fue una de las mentes científicas más famosas del planeta, cuyas creaciones marcaron la física del siglo veinte y de los porvenires.

Julius Robert Oppenheimer nació en Nueva York el 22 de abril de 1904. Sus padres eran judíos y había emigrado a Estados Unidos desde Alemania por 1880. A Oppenheimer le encantaba aprender desde la niñez. Tenía un gran apetito por el conocimiento y avanzaba tan rápido en las clases que hizo tercer y cuarto grado de primaria en el mismo año. También se salteo casi todo octavo grado.

Lo aceptaron en Harvard a los dieciocho y, aunque su materia favorita era química, la universidad en ese momento requería que los alumnos tuvieran un amplio repertorio de conocimiento que incluía filosofía, matemática, literatura e historia. Como Robert era brillante, al hacer seis materias por semestre, pudo ponerse a corriente con las clases que más le costaban. En primer año, aceptaron que se graduara con el título de físico por un estudio que estaba haciendo de manera independiente. Esto significaba que no tenía que ir a las clases de física elementales, sino que ya podía ir a las de nivel avanzado. Así es como se adelantó.

No tardó mucho en descubrir su verdadera pasión: la física teórica. Consiguió muchos elogios y prestigio durante el camino. Incluso fue ayudante del físico ganador del premio Nobel de los años treinta. En 1936, ya era profesor de tiempo completo en Berkeley, aunque la investigación teórica le llevaba su tiempo, también. Mientras trabajaba en la universidad, el FBI, al mando de J. Edgar Hoover, empezó a interesarse en él, porque mostraba tendencias comunistas. Tenía amigos cercanos o familiares que eran miembros del partido o lo habían sido, incluyendo a su esposa Kitty, su amante Jean Tatlock y su hermano Frank.

Sus capacidades no pasaron desapercibidas. En Europa, la guerra se desarrollaba y Estados Unidos empezó a evaluar la posibilidad de que la involucraran en el conflicto bélico. Como consecuencia del ataque japonés a Pearl Harbor en diciembre de 1941, Estados Unidos se unió a la guerra. El presidente Franklin D. Roosevelt aprobó la idea de emplear la energía proveniente de los átomos y desarrollar la bomba atómica. A mediados de 1942, lo seleccionaron a Oppenheimer para que liderara el equipo desarrollador. Por medidas de seguridad, el FBI puso micrófonos en la casa del físico y lo tuvieron bajo vigilancia.

El equipo empezó a buscar lugares para hacer pruebas nucleares. Oppenheimer pensó que el Colegio Los Álamos Ranch, en las afueras de Santa Fe, Nueva México, podía ser el lugar indicado. Él se había enamorado del suroeste de los Estados Unidos muchas años antes, cuando una enfermedad que había contraído en Europa lo obligó a buscar un clima diferente para recuperarse. Por eso, pasó tiempo en ese lugar y se enamoró de andar a caballo por el desierto árido estadounidense.

Mucha gente tuvo que trabajar incansablemente para que los conceptos radiológicos, la matemática y las probabilidades teóricas avanzadas estén bien calculadas para perfeccionar la tecnología bélica atómica. Tres años de trabajo arduo culminaron en una prueba en el predio Trinity, cerca de Alamogordo, Nueva México, el 16 de julio de 1945. La prueba tuvo como resultado la primera explosión nuclear mundial.

A medida que Robert Oppenheimer veía la explosión devastadora y medía su contribución, se le vino un verso Hindu a la mente: «Me he convertido en la muerte, el destructor de mundos».

El experimento fue un éxito militar y científico increíble, pero ser discretos era clave. El Proyecto Manhattan se mantuvo en secreto hasta que Estados Unidos pudo bombardear dos veces a Japón. La primera bomba cayó en Hiroshima, el 6 de agosto de 1945, y la segunda, en Nagasaki, tres días después. Luego del bombardeo, bajo los ojos de muchos, Oppenheimer era un héroe que había demostrado tener capacidades brillantes y saber utilizar los recursos inigualables estadounidenses.

Su grandeza, sin embargo, no frenó al FBI de darle algunos de sus descubrimientos a los enemigos de Robert. En 1949, cuando admitió que había estado asociado al partido comunista durante los años treinta, lo arrastraron y lo juzgaron frente el Comité de Actividades No Estadounidenses. Su oposición a la creación de una bomba de hidrógeno tampoco ayudó a su imagen. El 21 de diciembre de 1953 la Comisión de Energía Atómica le sacó el permiso de acceso.

J. Robert Oppenheimer se había convertido en un nombre conocido, por lo menos en la comunidad científica y física, y era tan solo un poco menos famoso que el de Albert Einstein. Sin su permiso de acceso para estar en la Comisión, volvió a la educación. A Robert también le preocupaba que las innovaciones y las nuevas tecnologías científicas fueran a ser utilizadas para dañar a la humanidad, en vez de para ayudarla. Por eso, se unió a algunos científicos notables, como Albert Einstein, para formar la Academia Mundial de Arte y Ciencia, para ayudar a mediar y a combatir el mal uso del conocimiento científico.

Por el mismo tiempo, Oppenheimer daba clases, en el país y en el extranjero, como Europa o Japón, sobre la ciencia a través de la historia y la naturaleza del universo. En 1957, Francia lo nombró miembro de la Legión de Honor y, en 1963, recibió el premio Enrico Fermi por parte del presidente de la época, John F. Kennedy. Además, el presidente Lyndon Johnson, sucesor de Kennedy, luego de que fuera asesinado, le entregó un premió que reconocía sus contribuciones a la física teórica y al laboratorio Los Álamos. A pesar de que estos premios le devolvieron el renombre, no sucedió lo mismo con el permiso para trabajar para el Estado y le volvieron a recriminar las conexiones con el partido comunista en los años setenta, cuando le negaron a su hija Katherine el permiso para ser traductora de las Naciones Unidas.

Como muchos de su generación, J. Robert Oppenheimer fumaba mucho y, en 1965, le diagnosticaron cáncer de garganta. Le hicieron cirugía y pasó por rayos y quimioterapia, pero nada de esto tuvo éxito. Perdió la batalla contra el cáncer el 18 de febrero de 1967. Tenía 62 años. Se lo recuerda como un científico brillante, profesor y padre de la física teórica moderna. Más allá de lo que uno piense sobre las armas de destrucción masiva, no se puede negar que Oppenheimer tuvo una gran contribución para con la ciencia.

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