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María Antonieta

“S’ils n’ont plus de pain, qu’ils mangent de la brioche!”, que significa «Si no tienen pan, que coman pasteles».

Estas palabras simbolizaron la despiadada y extrema indiferencia de una persona y de un gobierno hacia el bienestar de su población. Se las atribuye a María Antonieta, reina consorte de Francia y de Navarra; sin embargo, como criticó su madre, ella no había sido educada para ser extravagante, indiferente ni para sentirse mejor que los demás.

María Antonia Josefa Juana de Habsburgo-Lorena nació el 2 de noviembre de 1755. La nueva archiduquesa de Austria era la penúltima de 16 hijos, nacidos del matrimonio Sacro Imperio Romano Germánico de Francisco I y María Teresa I. Como sus hermanas, María Antonia se convertiría en una pieza política-real y su casamiento serviría para apuntalar las alianzas creadas  en la Guerra de los Siete Años. El matrimonio de María con el futuro rey de Francia fue de particular importancia porque ayudaría a reforzar la alianza entre exenemigos: Francia y Austria.

La infancia de María tuvo lugar en una corte relativamente relajada y privada en el Palacio Imperial de Hofburg. Se le enseñó historia y a hablar idiomas, pero ella era indiferente a las materias académicas. Su lectura, su escritura y sus idiomas no tenían buen nivel a sus diez años. 

María, conocida como Antonia en la corte austríaca, brillaba más con las artes y con su elegancia: sus modales, su baile, música y dibujo eran exquisitos. Antonia se distinguía en música y danza, y cantaba repertorios en francés e italiano. También, tocaba la espineta, el clavicordio, el arpa y el clavicémbalo.

En 1767 se iniciaron las negociaciones para el casamiento entre Luís Augusto, Delfín de Francia, de catorce años, y María Antonia, de doce. El proceso para ser una futura esposa real no fue fácil ni cómodo: habían notado que sus dientes estaban torcidos y la obligaron a operárselos, para corregir su postura. Durante tres meses, un doctor francés le hizo las cirugías a María, sin anestesia. Finalmente, se determinó que su sonrisa era “muy linda y enderezada” y, así, continuaron las negociaciones.

María y Luis Augusto tuvieron un casamiento por poderes en una iglesia austríaca el 19 de abril de 1770. María partió a Francia dos días después y, el 16 de mayo de 1770, se casó en la Capilla del Palacio de Versalles.

Si el camino para casarse fue difícil, el camino para ser una esposa, una reina y una madre popular iba a ser aún más difícil. Los franceses, al principio, estuvieron cautivados por el nuevo Delfín joven y rubio, pero no duró mucho. El casamiento no fue bien recibido entre los miembros de la corte, quienes no habían superado su desconfianza de Austria.

Su nuevo esposo había sido un niño desenvuelto en el ámbito intelectual y físico. Como novio, estaba más interesado en el funcionamiento de las cerraduras y en cazar, que en su novia. Mucho ha sido escrito sobre los siete años entre el casamiento real y el nacimiento de su primera hija. En esa época, al sentir la indiferencia de su esposo, María (ahora Marie Antoinette o María Antonieta) comenzó a tener una actitud despilfarradora: apostaba, se compraba ropa cara y concurría a fiestas. Estas actitudes jamás serían olvidadas por sus súbditos.

Por sus descuidos, María fue criticada por su madre. Sumado a eso, su hermano, José II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, llegó a Francia. En algún punto, José le dio algunos consejos a su cuñado, y,  luego le dijo a su hermano Leopoldo que el rey y la reina de Francia eran “una pareja totalmente inepta”. Sin embargo, parece que la pareja se benefició de los consejos de José, porque María quedó embarazada de su primera hija ocho meses después.

María Teresa Charlotte, llamada “Madame Royale”, nació el 19 de diciembre de 1778. María dio a luz, luego de un parto difícil, en su cuarto, en frente de muchos cortesanos. María Antonieta juró que su próximo parto no sería así de público: en los partos siguientes se les prohibió la entrada a la habitación a la mayoría de los cortesanos.

A pesar de la felicidad que sentían el rey y la reina por el nacimiento de su hija, la popularidad de María decreció por no haber sido capaz de dar a luz a un varón. Aun así, el nacimiento de su segundo hijo, el deseado Luis José, Delfín de Francia, no pudo mejorar el estatus de María en la corte o entre el público. Luis y María Antonieta tendrían dos hijos más: Luis XVII, quien fue rey titular de Francia y de Navarra, y la princesa Sofía Beatriz.

Desde su llegada a Francia, María había sido sujeta a críticas y a ridículos. Los libelos, panfletos políticos que circulaban como información en las redes sociales de hoy, le criticaban, sin cesar, cada relación, cada gasto y la influencia política que ejercía sobre su esposo. Además, la responsabilizaban directamente por el colapso financiero de la nación. Sin embargo, ¿cuán verdad eran las críticas?

Desde el comienzo, la gente la llamaba “L’Autre-chienne”, juego de palabras entre el gentilicio austríaco, “autrichienne”, y el uso de las palabras “autre” y “chienne”, que significa “otra” y “perra”, resultando en “otra perra austríaca”. María Teresa I, su madre, le enseñó a su hija la importancia de expandir la alianza entre Francia y Austria, pero, la verdad, era que María Antonieta tenía poca influencia sobre su esposo.

El caso del collar de diamantes llenó los libelos y fogoneó el desencanto popular. El episodio se trató de un joyero que reclamaba que la reina no le había pagado por el collar que valía más de un millón de libras. El caso llegó a la corte y, a pesar de que la reina fue declarada inocente y exculpada, el escándalo dañó, aún más, su frágil reputación. De hecho, luego de haber sido madre, María se había vuelto más conservadora con sus gastos y con su ropa.

Algunos dicen que el escándalo del collar de diamantes es el punto de inflexión que inspiró la Revolución francesa. La nación había estado muy endeudada por años. Francia había sido un gran participante en la Guerra de los Siete Años y había ayudado económicamente a la Guerra de Independencia de los Estados Unidos. Francia, también, tuvo varios años de mala cosecha y un sistema de impuestos que sofocaba a la clase media y a los campesinos. El rey quiso hacer una reforma tributaria, pero la corte  permaneció intransigente a cualquier cambio.

Finalmente, la monarquía fue disuelta en 1792 por los revolucionarios. El rey, la reina y sus dos hijos sobrevivientes (el Delfín y Sofía Beatriz habían muerto de tuberculosis) fueron arrestados y encarcelados en París, donde se los declaró “enemigos” de la revolución.

El rey, ahora conocido como Ciudadano Luis Capeto, fue juzgado y condenado por alta traición. Lo ejecutaron el 18 de enero de 1793. María Antonieta, la viuda de Capeto, fue juzgada en agosto de 1793. Durante 32 sobre 48 horas, recibiría las peores calumnias: promiscuidad, excesos sexuales, comportamiento pervertido, derroche, incesto y depravación sexual. Ella, también, fue condenada por traición. 

Antes de trasladarla a la Plaza de la Revolución, la llevaron de paseo por las calles de París con el pelo corto y las manos atadas tras su espalda. Al mediodía del 16 de octubre de 1793, María fue guillotinada; tenía 37 años.

Muchas generaciones piensan que María Antonieta representa todo lo que estaba mal en Francia. Sí, fue ícono de la moda y fue muy extravagante en sus primeros años de matrimonio. Sin embargo, era una amable  patrocinadora de las artes, una esposa y una madre cariñosa, y tuvo mucha menos influencia política de la que se cree. Por elección, limitó sus hábitos extravagantes e, igualmente, fue criticada por haber adoptado un estilo de vida simple.

Por años salió a la luz mucha correspondencia que demostraba su bondad y generosidad como reina. La cita infame que tuvo, “que coman pastel”, en realidad, se le atribuye a Jean-Jacques Rousseau, que la escribió en su autobiografía Confesiones, publicada en 1766, un año antes de que empezaran las negociaciones del casamiento.

María Antonieta pasó por mucho estrés y pérdida en su corta vida. Fue intimidada por su propia madre, quien era poderosa y muy crítica, y quien la usó como peón político. En Francia, María vivió rodeada de rumores y condenada por falsedades. Con valentía, dio la cara sola frente a una multitud y presenció la masacre de su familia. Lloró por la muerte de dos de sus hijos por tuberculosis, por la ejecución de su esposo y, finalmente, enfrentó su propia muerte. El sacerdote le susurró a María: «Madame, este es el momento de armarse de valor» y ella respondió «¡Valor! Lo he mostrado durante años. ¿Crees que lo perderé en el momento en que mis sufrimientos van a terminar?».

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