Grigori Rasputin
Grigori Yefímovich Rasputin, o como se lo conoce en los libros de historia, “el monje loco”, nació el 10 de enero de 1869 en Pokróvskoye, Siberia. Proveniente de familia orgullosamente campesina, Grigori tuvo una infancia bastante dura. Imaginemos las condiciones humanas que se podía llegar a tener en un pueblo de apenas un puñado de habitantes, con temperaturas extremas y una pobreza bastante típica del siglo XIX.
Se comenta que de niño era bastante violento y problemático. Aunque, por otra parte, él afirmaba que se comunicaba con la Virgen María y ella lo llamaba por su nombre y se le dirigía de manera casi habitual. Ya en su juventud, Rasputín realizaba predicciones con altos grados de acierto. Así, se hizo conocido en su pueblo.
Tal y como se mencionó antes, Grigori era un joven revoltoso. Comenzó a juntarse con malas influencias, lo que lo llevó a adentrarse en el mundo de la delincuencia y el alcoholismo. En esos años entró en contacto con una secta que había sido condenada por la iglesia ortodoxa rusa por herejía. Los khylsty o “flagelantes” eran un grupo de devotos hacia la doctrina masoquista. Creían que la verdadera fe debía ser dolorosa, por lo que se autotorturaban y se lastimaban a sí mismos. A su vez, creían que tanto el sexo como el alcohol eran herramientas necesarias para conectarse con Dios. Argumentaban que había que pecar en cantidades, para que el pecado de la tierra desaparezca definitivamente. Debido a esta serie de eventos y actos, Grigori se ganó la reputación y el apodo de “depravado” o “pervertido”.
En 1887, Rasputín contrajo matrimonio con Praskovia Fiódorovna Dubróvina y ese mismo año fue nombrado líder local de Los Flagelantes. La iglesia ortodoxa rusa comenzó a perseguirlos a Rasputín y a su grupo de seguidores por ser considerados herejes e iconoclastas. Por eso, Grigori fue detenido y expulsado de su propio pueblo, por lo que comenzó a vivir cual trotamundos.
Grigori comenzó a practicar el hipnotismo y a desempeñarse como monje mientras vagaba y mendigaba por el imperio ruso. Su vida se basaba en recorrer las tierras y campesinados para recibir alojamiento y alimentos a cambio de curaciones o predicciones.
En 1903, llegó a la capital rusa, que para ese entonces no era Moscú, sino, San Petersburgo. Allí también siguió con su labor de curandero. Empezó a ser una persona conocida en la ciudad, ya que ayudaba a quienes más lo necesitaban.
La fama lo llevó, no solo a vincularse con los más necesitados, sino, también, con la clase alta y la aristocracia rusa. Se empezó a correr la voz de que Grigori era una especie de mago, con poderes curativos y altamente efectivos.
Alekséi, único hijo varón de los zares de aquel entonces, Nicolás II y Alejandra, sufría de hemofilia, una extraña enfermad difícil de tratar, en ese entonces, que le causaba al enfermo coágulos en la sangre que impedían el buen funcionamiento del sistema circulatorio.
En un desesperado intento de tratar a su hijo, los zares convocaron a Rasputín con el fin de que lo pueda sanar. Así es como Rasputín empezó a frecuentar el palacio real y a mantener un contacto estrecho con los zares y su hijo. Lentamente, Aleksei comenzó a sanar, por lo que el matrimonio real lo consideró una especie de santo. El mismo Nicolás II se tomó el trabajo de hacer un anuncio en el periódico, en el cual le dedicó unas palabras de conformidad y aprobación, y se refirió a él como “un enviado de Dios”.
No pasó mucho tiempo hasta que Rasputín se mudó al palacio real con el fin de cuidar al pequeño Aleksei. Tampoco pasó tanto hasta que le otorgaron un cargo público, con relativo poder en el gobierno y hasta un importante puesto en la corte rusa.
Grigori se hizo la fama de ser extremadamente desarreglado. Se bañaba con poca frecuencia, no se cambiaba la ropa interior y hasta andaba por el palacio real con restos de comida en la barba, que le llegaba hasta el pecho.
Por supuesto, Rasputín no tardó mucho en ganarse importantes enemigos políticos. Sus adversarios lo criticaban a él y al zar, quien no tomaba una decisión sin antes consultarla con “el monje loco”. Quienes juzgaban a Grigori lo acusaban de ser un farsante, un vago vividor del estado y de no ser merecedor del poder político que el matrimonio real le había otorgado.
Debido al comienzo de la primera guerra mundial, el zar Nicolás decidió ir al frente de batalla ruso y combatir a las tropas alemanas, por lo que dejó a cargo del gobierno a la zarina. Técnicamente era ella quien tomaba las decisiones, pero es sabido que quien realmente estaba a cargo era Rasputín.
¿Qué es lo primero que hizo Rasputín al verse con tanto poder? Expulsó del gobierno a todo aquel que en algún momento lo hubiera cuestionado o criticado. Los enemigos de Rasputín y de la familia real comenzaron a generar un ambiente de violencia y de conspiración hacia ellos. El mismo presidente de la Duma (congreso nacional ruso de aquel entonces) afirmó: “si yo no fuera tan mayor, me encargaría personalmente de matarlo”.
Grigori, al ser parte del gobierno, estaba absolutamente protegido por la policía y la guardia imperial. Asesinarlo no iba a ser una tarea nada fácil.
Así fue como el príncipe Félix Yusupov usó como carnada a su propia esposa para seducirlo y hacerlo creer que ella lo invitaba al palacio. El 30 de diciembre, Rasputín fue recibido por Yusupov con la excusa de que su mujer se encontraba ocupada. Félix lo hizo pasar a un cuarto muy fino y arreglado, y allí lo agasajó con vino y algunos manjares. Lo que Rasputín no sabía era que todo ese banquete estaba envenenado con cianuro, veneno mortal e imposible de detectar al gusto. Para sorpresa del gobernador Yusupov, el químico no hacía efecto alguno en el monje loco, por lo que, al cabo de un par de horas, impaciente, le disparó directamente en el pecho. Rasputín cayó al suelo, en lo que parecía haber sido una muerte rápida y segura. En ese momento, Yusupov corrió a contarles a sus compatriotas acerca de la muerte del monje, pues en otro cuarto del palacio, había un vasto grupo de nobles enemigos de Rasputín esperando que se confirmara la noticia.
Cuando todo el grupo se dirigió hacia el cuarto donde estaba el supuesto cadáver, se encontraron con la sorpresa de que no estaba. Luego de seguir el rastro de sangre, lo encontraron débil y moribundo, en el jardín del palacio. Fue entonces cuando Yusupov decidió vaciarle todo el cargador y así lograr que Rasputín cayera desplomado.
Con la ayuda de su grupo, Yusupov cargó el cuerpo y lo lanzó al río Neva que, lógicamente, para ser diciembre, estaba congelado y a temperaturas extremadamente bajas.
El cuerpo de Grigori Rasputín fue encontrado días después. Lo interesante es que luego de pasar por una autopsia, se dictaminó que no murió ni por el cianuro ni por ninguno de los tantos disparos que había recibido, sino por ahogamiento e hipotermia.
En enero de 1917, su cuerpo fue enterrado a metros del palacio de Tsárskoye Seló por tener una fuerte y afectuosa relación con la familia real.
Luego de la revolución de febrero de ese mismo año, llevada a cabo por la guardia roja y los partidos obreros rusos contra los zares y la realeza, su cuerpo fue desenterrado, quemado y sus cenizas esparcidas en un bosque.